El «efecto somnífero»: las historias de las madres

¡Muchas gracias a las madres del foro de Red Canguro por compartir sus experiencias para poderlas publicar aqui!

Cristina:

No añadiré nada nuevo pero mi experiencia con los portabebés a la hora de dormir es maravillosa, creo que es de los momentos más bonitos que comparto con mi hijo, seguramente él no lo recordará pero yo guardaré estos momentos conmigo para siempre :amoroso: Nunca hemos tenido que hablar entre su papi y yo para estar de acuerdo en que no lo ibamos a dejarle llorar y eso significa mecerlo o acunarlo si tiene sueño, darle de mamar si tiene hambre o simplemente abrazarlo si tiene algún temor, dolor…todo ello con nuestros brazos así que los portabebés han sido una ayuda perfecta. Me encanta sentirlo pegadito a mi, su calor, su aliento y esos morritos que deja entreabiertos cuando ha cogido el sueño más profundo y entonces sé que es lo que necesita y que se siente tranquilo y a gusto y yo feliz y enamorada.

Irene:

El momento del dormir siempre trae dilemas a los padres. Con mi hija mayor, intentábamos dormirla sin upa. Cantarle, contarle cuentos, acariciarla, ella en la cuna y nosotros a su lado. Algunas veces nos resultaba bien y otras daba más trabajo; cuando así pasaba, recurríamos a los brazos, no sin culpa y sintiendo que habíamos fracasado en la «misión dormir». Éramos incapaces de enseñarle cómo conciliar el sueño sola!

Mi segundo hijo vino con nuevas preguntas y una certeza muy importante. La vida es el aquí y ahora, y sí, quiero dormirlo conmigo. Ya no es un recurso más, es una elección de vida. Al principio lo dormíamos a la noche en nuestra primer bandolera, una bandolera comercial y muy incómoda. Cuando llegaron nuestros nuevos portabebés, ahí sí que fué el placer total. De día, muchas veces en el fular o el mei, lo porteo y vamos charlando, le voy cantando, en el quehacer cotidiano se va quedando dormido. Y a la noche, si veo que se hace la hora de dormir y todavía está con muchas energías, me lo cuelgo en el fular y me acompaña mientras acomodo las cosas de la cena o termino de ordenar la casa. Luego a la bandolera, a hamacarnos un poquito más, con teta y canciones de cuna. Disfruto tanto de sentirlo pegado a mí, su calor, su olor, su respiración, sus caricias para quedarse dormido, que me cuesta dejarlo luego en la cama… y cuando luego se despierta de noche, ahí están nuevamente mis brazos para volver a acunarlo, y la trasnochada le dura sólo un ratito.

Para mí, la crianza en brazos es principalmente una apuesta al presente. Creo con firmeza que hoy, que mi niño es un bebé, es importante que sienta que estoy con él, lo máximo que puedo. Y que ese llenarse de mamá hará que se sienta pleno de mí para los momentos en que no podamos estar juntos. Y sí, que se acostumbre a lo bueno, que se acostumbre a los brazos de mamá, que para eso están, para llenarlo de amor.

Merce:

Mis hijos han hecho largas y grandes siestas en portabebés. Siempre han dormido mejor y más tiempo sobre mamá que en cualquier otro sitio. Durante sus siestas y sin tener que cambiar nuestras actividades pero respetando sus necesarios descansos (sobre todo para mi hija imprescindibles para su salud) hemos hecho muchísimas cosas: senderismo, turismo, viajes en barco, visitar un zoo, o ir a la Feria, estos sólo son ejemplos pero en la vida cotidiana se han declarado no sólo útiles, sino imprescindibles.

picaflor82:

Mi gordo siempre se dormía cuando «pasábamos» la aspiradora…¡qué momentos esos!!

Inma:

Mi hijo es un terremoto, puede tener sueño y estar muy cansado, pero no para, no lo notas, porque sigue jugando y corriendo de un lado a otro. Llegó un momento, hace muchísimo tiempo, en que estar esperando a su lado y dándole la mano a ver si se dormía era tontería, porque ni se dormía, ni yo hacía nada… ni comida, ni nada. Finalmente decidí que si quería que mi peque durmiera siesta y descansara, tenía que hacer uso de los brazos y el acunamiento; pero para dejarlo en la cuna, tenía que subir una escalera estrecha y de caracol y no era tarea fácil, además de que cada vez pesaba más. Así que nuestra salvación fue la bandolera, meciéndole un pelín, se duerme y después subo por la escalera con muchísima más comodidad; después le dejo en la cuna con la bandolera incluida y yo puedo continuar haciendo la comida para el día siguiente. Además, es maravillo que se duerma en tus bracitos, se te desborda el alma de ternura.

mememunoz:

Martín ha dormido casi todas las siestas de su vida (11 meses) en fular. Cuando era chiquitín, delante, ahora, en la espalda mientras mamá recoge la mesa y friega los platos. Los días que hace mucho calor le pongo en la cama una vez dormido, pero si no, se queda en la espalda tan agustito.

Marta:

Cuando llega un bebé a una familia es una revolución total pero para bien o para mal la vida sigue, con sus obligaciones y devociones. Con mi hija mayor no conocía los portabebés y me generaba mucha ansiedad el tener que estar un par de horas sentada en el sofá con ella dormida en brazos con la cantidad de cosas que tenía que hacer o perder media hora intentando que se durmiera en la silla para poder recoger la cocina. Con el segundo empecé a descubrir este mundo y por fin se hizo la luz, no tenía que dejar de hacer nada, simplemente me ponía a mí bebé encima y seguía a lo mío. Para mí fue una revelación leer El concepto del continuum, no porque me contara nada nuevo sino porque ponía palabras a lo que nosotros (mi marido y yo) ya intuíamos, que es precioso dedicarte a cuidar (y en concreto a dormir) a tus hijos pero no es necesario que centres en ello toda tu atención porque no los hace más felices ni a ellos ni a ti. Lo único que el bebé necesita para dormir es estar en contacto con sus padres, sobre todo con mamá, claro, y si estás en movimiento ¡mejor!

Selertal:

Para mí los «trapos» fueron la pieza que todo lo encajaba.

Mi hijo mayor fue un bebé de alta demanda, aunque yo no lo supe. Me lo até en bandolera y se durmió pegadito a mi en un trapo por primera vez con una pashmina demasiado gruesa (que no utilizaba como pashmina justo por ese motivo) el primer día que nos quedamos solos en casa a la vuelta del hospital. Él debía tener unos 15 días de vida.

Y desde entonces los «trapos» fueron nuestro habitat natural hasta sus dos años y medio.

Fue la única forma de seguir con una vida medio normal a pesar de su alta demanda.
Hemos pasado infinidad de tardes con él durmiendo en mi espalda cuando la sobreexcitación se hacía con él y su llanto no cedía más que abrazado por mamá hasta dormirse.

Con mi hija pequeña el aprendizaje previo fue especialmente útil cuando tuve que quedarme sola con ella en el hospital para que papá se ocupase del mayor. Ella dormía en la bandolera que me llevé, pegadita a mí, y yo podía atenderla y darle calorcito sin miedo a que se cayese de mi cama al dormirme, a pesar de estar convaleciente de una cesarea y tener una movilidad muy reducida los primeros días.

Más tarde, cuando no podía dormir las bandoleras seguía siendo nuestras aliadas. Bandolera + teta y ella conciliaba el sueño dulcemente

3 respuestas

  1. Mmmm, qué dulces… Felices sueños a todos.

  2. ¡Geniales todas las experiencias!, dulces sueños a todos los/as canguritos/as.

  3. Ahora sin quere hablo en bajito 🙂

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