Rescatamos para este día un antiguo post de nuestro foro, donde una mamá compartió estas palabras escritas primeramente en el foro de Grupo de Apoyo a la Lactancia Materna de ALMamar. Esperamos que lo disfruten, y que cada día tomemos más conciencia de la importancia de que los bebés estén siempre con quién más necesitan; sus mamás.
Hace más de 2000 años, en un pueblo palestino cercano a Jerusalén, una embarazada y su esposo buscan un lugar donde dar a luz…
Desconozco las prácticas obstétricas de la zona y la época, pero para celebrar estos días me gustaría atreverme a imaginar cómo fue aquel parto. No fue en ninguna institución sanitaria, aunque, según las crónicas, fue en un portal, así que tampoco podría afirmarse que fuera “un parto en casa”. Seguramente José acompañó a María en todo momento y se encargó de mantener a ralla a todos los pastores y curiosos que se atrevieran a perturbar la necesaria intimidad de tan preciosos momentos, seguro que fue dándole agua si tenía sed, seguro que no hubo tactos vaginales realizados por múltiples personas todas ellas desconocidas.
Seguro que no hubo enemas, ni rasurados, seguro que no hubo oxitocina sintética, que el parto fue “normal”, no fue medicalizado, que no tubo anestesia epidural y que no hubo episoiotomía, que María pudo empujar cuando sentía que debía hacerlo, que no estuvo en posición de litotomía sin poder participar de su propio parto y que nadie le insinuó que si no colaboraba tendrían que hacerle una cesárea. Seguro que nadie se preocupó demasiado por el corte del cordón y que probablemente lo cortaran cuando hubo dejado de latir.
Pero lo que creo que fue totalmente seguro es que al bebé no le dejaron sobre un pesebre lleno de paja. Seguro que cuando nació tuvo el mejor de los contactos piel a piel, que tomó el calostro de su madre y que pudo iniciar precozmente la lactancia, que nadie le arrebató el bebé a su madre para tallarle o medirle, para aspirarle o sondarle por mucho que naciera “blanco, rubio y colorado” y que nadie le echó ningún colirio en los ojos que impidiera al bebé mirar por vez primera a su madre, seguro que nadie interrumpió tan intenso momento cuando comenzó a crearse el vínculo entre los dos.
Y para todo esto seguro que José ni tubo que entregar un plan de parto en ningún sitio por triplicado ni que ponerse en contacto con el grupo de apoyo a la lactancia de Belén. Seguro que Jesús gozó de una preciosa lactancia prolongada y de muchos brazos y mucho amor.
¿Que por qué imagino todo esto?
Pues porque una persona con la empatía de amar al prójimo como a sí mismo y de amar incluso a sus enemigos no pudo comenzar la vida de cualquier manera, porque una persona que tuvo la seguridad de cambiar el mundo y de poner a cero los marcadores del tiempo tubo que tener el más fuerte y especial de los vínculos con su madre ¿no os parece?.
No quiero decir que ahora tengamos que parir como hace 2.000 años, pero sí reflexionar y hacer lo que en nuestras manos esté para, como dice Michel Odent, redescubrir las necesidades básicas de toda mujer que da a luz y no ya humanizar, sino “animalizar” la atención al parto, se me ocurre que la iniciativa IHAN debería llamarse mejor IAAN ¿no? ¡IAAN! ¡Y si no que se lo pregunten a la mula, que sí estaba presente y sabe de qué va esto!.
Os animo a buscar una figurita para el belén en la que María esté dando de mamar a Jesús, o por lo menos con él en brazos y no el bebé desnudito entre pajas, ¿a quién se le ocurre “en la más fría noche de la navidad” dejarle allí?
¡Feliz Navidad a todos!
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